Tras el viaje a La Vereda, la sensación inicial es reconfortante. Despues de la visita a Miraelrío agrada ver que el pueblo se mantiene vivo y cuidado gracias a una población notable y nada envejecida.
El primer análisis visual deja ver lo esperado en la mayoría de pueblos de colonización: parches de solados y alicatados, rejas modernas y dispares, máquinas refrigerantes... Sin embargo tras todo este enmascaramiento la vivienda proyectada por Fernández del Amo se mantiene casi intacta, la volumetría original esta presente en la mayoría, solo alterada mediante cerramiento de algunos patios y modificaciones de huecos de puertas y ventanas. Incluso el uso partido de la tipología vivienda/labores agrícolas se mantiene en muchas de ellas.
Sin embargo, en la última década el pueblo ha acogido a familias en los edificios de caracter público, lo que a producido transformaciones catastróficas para la conservación patrimonial. El espacio y equipamiento público ha desaparecido. Los edificios administrativos y todo el sistema porticado de la plaza norte y entre viviendas de colonos han servido como estructura para la construcción de vivienda. Incluso la iglesia ha sido demolida para tal fin, quedando actualmente solo su campanario. Las viviendas de comerciante, maestro y funcionarios también se han apoderado del espacio retranqueado en planta baja aunque aún lo mantienen abierto.
La pérdida de un volumen tan simbólico como la iglesia y el potencial de relaciónes humanas que el recorrido cubierto y continuo otorgaba, nos da razón para reivindicar el papel del arquitecto en la intervención sobre lo preexistente.
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